Cuando la tierra tembló.

A veces simplemente no hay otra otra oportunidad para expresar todo aquello que se quedó sin decir, para abrazar a los tuyos, para expresar un te amo o decir un adiós.
Duele el corazón al ver a una nación bañada en sangre, sumida en el dolor, y arropada en el luto. Desgarra escuchar y ver bajo los escombros y ruinas tantas vidas apagadas, tantos sueños inconclusos. Destroza ver a niños, hermanos y hermanas, padres y madres que además de perder sus hogares perdieron a sus seres queridos en menos de un minuto.

Hoy han pasado ocho días de aquel fatídico momento en el que la nación de Ecuador fue sacudida con fuerte temblor de magnitud 7.8, dejando una perdida irreparable de innumerables vidas humanas y miles de millones de dólares en daños. Y aunque mucha de la ayuda y equipos de rescate nacionales e internacionales siguen en una frenética e intensa lucha contra el reloj, las probabilidades de encontrar personas aferradas a la vida disminuye a mi parecer a quizás un poco menos del cinco por ciento.
No soy ciudadano Ecuatoriano pero, como amo a esta nación, es por eso que en mi memoria permanecerá presente aquel sabado 16/04/2106, día en el que la tierra tembló.
Me quedaré con aquellas hermosas historias en donde esos héroes anonimos le arrancaron a las ruinas y a la muerte, a hombres, mujeres y niños debajo de los escombros dándoles una segunda oportunidad. Ellos han vuelto a nacer.
Dios bendiga a la nación de Ecuador.