Bonny

De repente, a lo largo y ancho de aquella sala se escuchó un ensordecedor y antagónico grito. La madre de la pequeña Melany sin duda estaba muy afectada, no era normal ver a su hija sumergida en un llanto incontrolable y poseída por el miedo. 

Luego de un lapso aproximado de quince minutos sin tregua de llanto, forcejeo y frustrados intentos por calmar a Melany, aquel hombre alto de bata blanca se acercó nuevamente a la pequeña, esta vez, con sus dos brazos tras su espalda. Parecía esconder algo. 

Luego de asegurarse de estar lo suficientemente cerca de la niña, dijo con una voz tenue. —Tengo algo para ti Melany. Quieres ver de qué se trata? La pequeña con sus ojitos hinchados y aun llenos de lágrimas, lo miró fijamente. —Quieres saber que tengo escondido para ti? —Insistió aquel hombre. La curiosidad de Melany fue movida, y aun entre leves sollozos puso toda su atención en el hombre de la bata blanca. 

Lo quieres? replicó nuevamente. Al fin Melany había cedido y por un momento se olvidó de aquello a lo que tanto pánico le tenía. —Si — contestó la pequeña de cuatro años. Para ese momento, las lágrimas habían cesado. 

Muy bien —dijo el hombre de la bata blanca. Y de su espalda, en un suave movimiento, sacó una maleta en la que guardaba un hermoso osito de peluche al que apodada Bonny. 

Prometes cuidarlo bien? —Le preguntó el hombre. —Prometo hacerlo —contestó la niña con total asombro al ver el osito, mientras una hermosa sonrisa se dibujaba en su rostro, y enternecía a los que observaban. 

Ok, tómalo, ahora es tuyo —replicó el doctor. —Pero, para que puedas cuidarlo bien, tú también debes estarlo, ¿si tú te enfermas, quien cuidará de Bonny? No querrás que nada malo le pase, ¿verdad?

La niña se aferró al osito y lo abrazó fuerte —Yo no quiero que nada malo le pase dijo con algo de timidez y palabras aún algo incompletas debido a su edad. 

Muy bien, ahora yo tomaré tu brazo y pondré una inyección que te hará sentir mucho mejor, luego podrás ir a casa a jugar con Bonny ¿estás de acuerdo? —La niña con algo de susto asintió con la cabeza, mientras, el doctor ponía la inyección para cortar con la infección y aliviar el dolor en su garganta. 

Finalmente, el doctor se dió cuenta que ese día había aprendido una gran lección, una lección de vida que aplicaría en adelante en todas las facetas pertinentes. Por eso, después de aquel episodio, en la entrada de su consultorio decidió poner una nota a la vista de todos que dice:

“Si queremos resultados diferentes, es tiempo de empezar a buscar estrategias diferentes”

— 𝑹𝒖𝒃é𝒏 𝑳𝒖𝒃𝒐

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